Hace 66 años que la tragedia enluto al Iquique de fines de los 50, cuando jóvenes liceanos perecieron en el mar

Fuente: Edición Cero
Un día como hoy, 7 de octubre, pero de 1959 -hace 66 años-, una tragedia enlutó a ese Iquique antiguo, que no superaba los 50 mil habitantes, cuando se supo de la tragedia que quitó la vida de 4 destacados deportistas liceanos, que perecieron ahogados, luego que naufragara la frágil y pequeña embarcación, donde se preparaban para una competencia de yolas.
Eran cinco los que iban en la yola, uno de ellos, Luis Pozo, el que no sabía nadar, salvó la vida al ser arrastrado por la marea, desde la altura de la boya de La Esmeralda, a la orilla de mar. Su vida en adelante jamás fue la misma. Fue testigo de cómo uno a uno de sus amigos y compañeros, fue sucumbidos por el mar, luego de resistir durante horas.
Los jóvenes enfrentarían una competencia de yolas, así que se fueron a practicar. Sin embargo, cuentan familiares que uno de los liceanos se paró y dañó el piso de la débil embarcación que finalmente zozobró, lo que finalmente generó la tragedia que hizo que todo el Iquique de los años 50, se conmoviera y llorara a sus jóvenes deportistas.
En efecto, los 5 eran deportistas destacados. Hijos de familia de esfuerzo y trabajo, que con orgullo, veían como sus hijos se educaban en el histórico Liceo de Hombre. El establecimiento, hoy denominado Liceo Bicentenario Bernardo O´Higgins los recuerda con una placa en honor de estos «nobles hijos de Tarapacá».
Todos eran deportistas destacados y honorables ciudadanos, hijos de familias típicas del Iquique de los años 50. La ciudad apenas superaba los 40 mil habitantes, por lo que la tragedia impactó a toda la comunidad, que lloró la precoz partida de los “nobles hijos de Tarapacá”, como dice el himno liceano.
Los jóvenes, José Tejada, Martino Lioi, Humberto Astudillo, Iván Cortez y Luis Pozo, -que logró sobrevivir-, se presentaron el 7 de octubre al muelle Prat para practicar la boga en yola. Sin embargo, cuentan familiares que uno de los liceanos se paró y dañó el piso de la débil embarcación que finalmente zozobró y generándose la tragedia.
Cada liceano luchó por su vida. Iván Cortez, nadó a tierra en busca de ayuda, pero pereció en el intento, siendo encontrado en la orilla de la Playa, sector de Punta Negra. Recuerdan familiares que en la mañana temprano, cuando llegaron al lugar, vieron el brazo de Cortez, que llevaba el reloj de su compañero y amigo Humberto Astudillo.
Sin embargo Humberto jamás apareció. Su mamita, Regina Valdés, se enfermó después del triste suceso, muriendo algunos años más tarde; y su padre, Manuel –ya fallecido- un esforzado trabajador de ferrocarriles, nunca volvió a ser el mismo. Relatan testigos que, al terminar el turno en su trabajo, día tras día iba al sector de Punto Negra y llamaba y silbaba a su hijo Humberto.
La historia señala que el joven José Tejada hizo grandes esfuerzos por subir a la boya de la Esmeralda, sin lograr su cometido porque ésta era plana y estaba llena de musgos. Sus compañeros lo vieron morir sin poder hacer nada y, avizorando su propio y triste final. Ya caía la noche en Iquique y el mar se tornaba oscuro y más helado.
Humberto y Martino Lioi seguían luchando por sus vidas en la oscuridad, tratando de surcar el intenso oleaje, pero totalmente desorientados. Hay que recordar que el sector de Punta Negra no tenía el acceso que hoy tiene y que la ciudad no se veía desde alta mar, ya que era muy pequeña. Finalmente, ambos liceanos murieron.
Familiares de Humberto recuerdan que los últimos pensamiento del joven fueron para su madre, Regina Valdés. “¡Qué va a decir mi mamita cuando no regrese a casa”!, decía. De un total de 8 hermanos, era el menor de los hijos, con 16 años al momento de la tragedia.
Hoy le sobreviven sus dos hermanas Elsa Astudillo Valdés y María Mercedes Valdés, quienes pese a las décadas que han pasado, nunca lograron superar el dolor por la pérdida de Humberto. «El tiempo pasa; pasan los años, la vida continúa, pero yo jamás olvidé a mi hermano y me emociono mucho cuando lo recuerdo». señalan María Mercedes y Elsa.
Dice María Mercedes que ese 7 de octubre, ella iba llegando a la casa de su madre, en calle Bulnes, y su hermano, venía saliendo apurado, porque iba al Muelle Prat. Se intercambiaron un hola, hola y Humberto siguió su apresurado camino, sin saber lo que le esperaba.
Recuerda que Humberto era orgulloso liceano, deportista, bromista, cariñoso, con muchos sueños. Quería ser marino, quizás por eso se quedó eternamente en el mar.